lunes, 27 de septiembre de 2010

Las Angausas


Una de mis primeras intervenciones como traductor y/o intérprete de idiomas diversos ocurrió hace ya tiempo en Córdoba (Argentina), que vino una chica a explotar mis orígenes para poder dilucidar qué querían decir las palabras angá y angaú. Que parece que al gimnasio donde iba esta mujer también concurrían dos correntinas que se pasaban todo el tiempo hablando entre ellas y que cada dos o tres segundos se mandaban un angá, y un angaú, y angá otra vez... y así todo el tiempo. Las angaúsas les habían puesto de nombre, y mientras escuchaba la historia de estas chicas no pude evitar imaginarme ese dicho que dice que por la boca muere el pez, que estas pobres chicas habían conseguido llegar hasta la gran ciudad (lease Córdoba city) para triunfar como Cachito, y hasta podía verlas llegar al gimnasio con ropa de marca y vincha de toalla al tono. Todo super cool, pero tuvieron que abrir la boca y se les arruinó el plan...

No recuerdo bien cómo salí del paso con la explicación de esas palabras, de última creo que la cordobesa solo quería saber si las angaúsas se estaban burlando de ella, y pude asegurarle que no era el caso. Pero como que a mi desde pequeño en las clases de inglés y después de francés y más tarde de catalán me enseñaron que las palabras no se traducen sino que hay que explicarlas en su respectivo idioma (aunque la pobre profa del último curso tuvo que sudar de lo lindo para explicarnos qué era el codony sin éxito), y como que tampoco tengo ni el nivel A, ni el B ni el C, ni el E, ni el F ni el G de guaraní, pues a ver si a lo largo de este texto puedo usar el angá y el angaú y al final vemos si conseguimos algo de inmersión cultural. Aclaro que podeis intentar buscar las palabras en internet, pero como el guaraní todavía no está normalizado, una palabra como angaú podría ser engaú, angay, eng'haÿ, así que la tenéis parda. Mi madre de hecho que algún certificado de esta lengua tiene casi que diría que en realidad la "u" esa al final no es una "u" sino una vocal rara que tienen los guaraníes que se consigue poniendo la boca como sonriendo de oreja a oreja, y ahí con la cara estiradísima como la de Mirta la Grande cuando uno está a punto de decir "i", intentar decir "u". En fin, muy complicado este tema así que no insistiremos en la fonética. Si queréis una ayudita con una de aquestes paraules, podeis hacer click aqui, pero todavía tendreis que recorrer un largo techo.

Los franceses lo tienen esto bien calado, que sus cursos no se llaman de lengua sino de "lengua y civilización" (otros idiomas también usan esa denominación para sus respectivos cursos, así que no quiero alimentar aquí la fama chauvinista de los galos, angá ellos), que durante la hora de clase al angaú que uno se sumerge en el metro de París y conversa con la Madame Pompidú que le sugiere qué obras hay que ver en el L'Ubre y después terminamos todos revueltos en un menage a trois la Madame Pompidú, sa petite amie Delphine y yo, pero antes pasamos por una patiserí a para llevarnos media docena de cruasáns. Eso es lo que tiene la parte de civilización que seguro que en los cursos que te dan en Haití hay que ir a dar de comer a los sin techo después del terremoto y ahí yo sí que no me apunto. En volviendo al glamur del francés continental (el auténtico diría mi amigo Jean-Marie que angá ya está viejo) lo mejor de la parte de "civilización" es que el francais es la langue de l'amour. Recuerdo que estando en el 2001 de refugiado en el sur de Francia me tocó en suerte asistir al curso de lengua y civilización para los salvajes recién llegados a ese lugar como yo, que era la excusa perfecta para que la Madame Sylvie -que de angá no tenía nada- venga a contarnos detalles interesantes de su fabulosa vida en su Provenza natal, aunque que cada tanto recordaba que tenía un grupo de refugiados ahí sentados esperando aprender algo, y ahí se dignaba a explicarnos cosas importantes de la cultura de por allí, como qué ni se nos ocurra aparecernos en una reunión sin una botella de vino del bueno más flores y/o bombones para la dama si es que hubiere una. Que una pobre irlandesa que estaba en el curso, que angá había estado ella viviendo allí como por 2 años y sin que personne le haya dirigido la palabra en todo ese tiempo, así que esto del vino y los bombones era way ahead de su vida en los Alpes-Cote d'Azur. Yo pensé en invitarla a uno de los bares a los que yo iba pero primero que no me apetecía caer con una chica allí, y segundo que quizás ni la hubieran dejado entrar al lugar o -de haberla dejado pasar quizás sujeta con un lazo como las mascotas- tampoco hubiera conseguido que nadie le dirigiera la palabra, así que mejor no.

Pero la mejor clase por lejos de este ciclo ocurrió el día que vino la Madame Sylvie a contarnos que su novio al angaú no solo la llevaba a ella de vacaciones a Australia sino también a su hija, que asumimos todos que no era la hija de él, que parece que es muy francés esto de tener una hija estando de joven y soltera y la Madame Sylvie cumplía con todas estas reglas a rajatabla, excepto lo de fumar Galouses porque eso ya lo hacía su madre por las tres. Pues la cuestión es que después de llovernos toda su felicidad traducida en dos pasajes de avión (y supongo que alojamiento) al otro lado del planeta, el tema de la clase pasó a ser: "Quelle est la plus belle preuve d'amour que vous ayez reçue?". Y uno que en esa época estaba más adentro del armario que salfumán en piso de okupas, rápidamente tuve que ponerme a buscar algo en mi base de datos de experiencias interesantes aunque no intensas en el mundo streit, pero no había mucho que contar y tampoco era plan explayarse en esta clase con la anécdota esa de cómo una vez terminada mi primer relación, fui a vender su cadenita de oro de primera comunión para pagarme un viaje a Buenos Aires (angá si ella lo supiera). Y... ojo! Que no creais aquí que ese noviazgo fue al angaú. Nada que ver, fue lo que fue, y esa fue la cuestión.

En volviendo a la prueba de amor, la plus fabuleux de tota la meva vida, como que tampoco había tiempo para meditar mucho que la hora de clase solo tiene 60 minutos y ya habíamos perdido como 35 con su futurible viaje a l'Australie, haciendo un esfuerzo sobrehumano (??!!?) conseguí sacar de la galera una historia al angaú que ya ni recuerdo de qué iba pero seguro que no involucraba ni viajes a Australia ni cadenitas de oro de primera comunión vendidas a precio de mercado. La irlandesa yo creo que también estaba en el armario, porque a su historia era tan falta de condimento como a la mía, e incluso parecía que ni siquiera se había esforzado mucho en inventarla. Pero obviamente el motivo por el cual recuerdo este episodio no es ni por mi historia ni por la de la irlandesa, sino teníamos un pobre chico de la India que se llamaba Naveen o Navin, que angá para él todas estas historias no tenían ningun gollete, que habrá tenido él como 6 años cuando sus padres ya habían arreglado con quien se iba a casar, y que terminada esa clase, un par de meses más tarde, iba a ir a la India a conocer a su prometida y de paso casarse con ella, y a ver si le enseñan la diferencia entre el "avoir" y el "etre" y nos dejamos de chorradas como ésta.

Digan lo que digan, yo estoy totalmente a favor de los cursos de lengua y civilización. Aunque tengas que pasarte la vida aprendiendo, que es lo que le pasa a uno incluso cuando aprende la lengua materna. ¿O realmente creeis que el significado completo de una palabra o frase uno se lo aprende ni bien la escucha por primera vez?
El pequeño Donald Carson -por poner un ejemplo- había escuchado en la escuela una frase de esas malísimas, malísimas, que la gente solo se decía para en las peores ocasiones. El solo sabía que había que usarlo para los peores momentos, y la ocasión se le presentó cuando un día de esos se enojó con su madre por vaya a saber qué, que las madres también se ponen bordes cada tanto. Y le dijo Donald a su madre, la frase esa. "Go and suck cock in hell" le dijo, y angá el pobre no entendió bien por qué su madre le dio feroz castigo después de su corta intervención verbal, habrá pensado que ella que con tanto cuidado se esmeró en criar a sus hijos agnósticos, que venga éste a hablarle del infierno, como que es un poco desilusionante, no?


En Corrientes city no eran muy populares ni Edith Piaf ni Charles Aznavour, pero allá por mediados de los 80's se coemenzó a escuchar este tema

por las radios y fiestas locales, y ahí comenzó mi eterno y frustrado romance con la lengua gala, que yo quería hablar como ella y tener todas las expresiones que tenía ella (vestirme como ella no, que hasta me parece un poco mamarracha el vestuario de este video). Sea lo que sea, conmigo han hecho un buen trabajo de propaganda cultural, ya que el francés para mi un idioma sensual, fabuloso de escuchar e interesante culturalmente. Pongamos un ejemplo, pero al angaú nomás, que si hay alguien en un bar de esos a los que yo voy con índice 6 (se define el índice de una persona como la cantidad de pintas de cerveza que un observador totalmente sobrio ha de beber para considerarlo atractivo. Esta definición es claramente local, ya que depende del observador. El índice global de una persona sería el promedio de todos sus índices locales, módulo alguna truncación ya que puntajes de ciegas y cortas de vista tendrían que contribuir con algún peso que haga que Brad Pitt tenga índice absoluto cero como corresponde. La teoría del índice es un tema apasionante, pero escapa a los contenidos de este escrito), y ese alguien resulta que habla francés, pues su índice baja rápidamente a 3.

Que ya lo sé, que el ser humano está lleno de contradicciones y que the curious reader podría preguntarse que por qué no me fui a buscar marido del otro lado del Pirineo que de última me quedaba más cerca. Uno de los motivos es que tengo la impresión de por más que vivas 50 años en un pueblo de esos auténticos como le gustan a los del Frente Nacional y hayas superado con éxito los niveles C, E y F de francés, te salga naturalmente el "ppppp!" ese que pronuncian cada vez que estan fastidiados, y enseñes ese idioma a tus hijos y en la escuela local, pero cuando te toque ir a la boulangerie te encuentres con la maldita pregunta que te atormentará hasta el resto de tu vida: que la bulanyera -que seguro que es también la mujer del alcalde porque siempre lo son- te pregunte con sonrisa amable mientras te pasa la baguet "ce petit accent... d'ou vient?" Y ahí sientas que toda tu vida haya sido al angaú, y quieras enviar a ella y todo el resto del pueblo a volver al vientre materno.
El otro motivo es que... convengamos que mi marido tampoco está tan mal. Es cierto que si tuviera más pelos allí donde a mi me gusta, y hablara francés, pues no estaría yo aquí perdiendo mi tiempo ahora delante del ordenador sinó comprando productos de Pfizer en la farmacia de turno más próxima. Y si el reader es verdaderamente curious-curious podría en este momento preguntarse que quién de los dos sería el que consumiría estas pastillas ("who is the pitcher and who is the catcher?" sería la politicaliquisima incorrect question en angles), pero al estilo de los 33 mineros pero más en serio aquí solo diremos que lo que pasa en la mina, queda en la mina, y que esa información no se la daremos ni a mi madre, aunque pensandolo mejor mi madre angá quizás sea la última persona interesada en ser informada sobre este tema. Pero para que quede bien claro aquí y en todo el mundo mundial, que ni yo ni mi marido jamás hemos probado la pfizer... todavía. Igual, todo esta perorata es también como muy al angaú, que ya lo dice la Poncia en la obra de teatro esa, que por más peludo y francés que sea, "el hombre a los quince días de boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón. " Que le vamos a hacer... es lo que hay.

De todos modos, no os dejeis engañar tan fácilmente, que probablemente haya sido cierto que las angaúsas con vinchita de toalla y caras de mosquitas muertas realmente se estaban burlando de la cordobesa, que esas de angá no tenían nada, y que todo lo que está escrito aquí arriba es al angaú nomás, que no seré ni el primero ni el último en hacer estas cosas. Total, yo no soy la portera del edificio de la Pepa, no soy testiga de Jehová ni mi religión me prohíbe mentir, si no...aquí iba a estar yo.

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