miércoles, 16 de diciembre de 2015

First Class

I am falling down,
Try and stop me,
It feels so good 
to hit the ground

La primera vez que me tocó subir a un avión habré tenido yo unos 8 o 9 años, y el motivo fue una de esas extrañas casualidades de la vida que hizo que la colonia de vacaciones que cada año libraba a nuestros padres de la pesada carga de sus hijos por unos 10 días encerrándolos en un hotel en Punta Mogotes junto con un rebaño grande de criaturas que iban a llorar allí repartidos desde los distintos rincones del país mientras sus progenitores disfrutaban del mismo período de paraíso, decidiera cambiar micro por avión.

No quiero imaginar cuál fue la causa/razón/motivo/circunstancia por la cual la obra zoocial que 
organizaba todo esto decidió que en lugar de hacernos viajar unas 24 horas en sobre ruedas hacia esa residencia-cárcel donde nos encerraban como indicaba el libreto para solamente sacarnos a mojarnos en las heladas playas de Mar del Plata por las mañanas y a misa el domingo, iríamos por aire utilizando la que en ese momento era y todavía sigue siendo ("todavía" jeje) aerolínea de bandera. Con una escala en la Capital Federal, como se estilaba antes y se sigue haciendo hasta el día de hoy, que las buenas costumbres no hay que perderlas.
De esa primera vez arriba del pájaro de metal me quedó impresa en la memoria el momento de despegue del aparato, que es precisamente cuando lo que se ve tanto desde afuera como desde adentro deja de coincidir, junto con esa sensación de vértigo que te produce el dejar de estar en contacto con la tierra firma, que hace que no quieras pararte (tampoco puedes ya que se supone que tienes que permanecer sentado con el cinturón de seguridad ajustado, las mesitas de los respaldos en posición vertical y el apoyabrazos en su lugar) porque te da la impresión de que no podrás mantener el equilibrio, y -eramos unos cuantos niños los que íbamos en ese vuelo- la bolsita para vomitar que fue debidamente utilizada por varios de los que como yo estaban experimentando su primer vuelo y ese vacío en el estómago que acabo de describir.
Tardé unos 15 años más en volver a subirme a otro avión desde aquella ocasión, y a partir de allí por
motivos que no vienen al caso explicar ahora, cada tanto "me toca" tener que hacer uso de este  medio de transporte. Puede parecer extraño que siga teniendo la misma sensación de vértigo al despegar (y al aterrizar) después de tantas millas acumuladas en el aire, aunque la bolsita esa nunca la he utilizado excepto para envolver algún regalito de esos de mal gusto que luego se entregan a l@s amig@s que hay desparramados por el mundo. A lo largo de estos viajes fui testigo y/o protagonista de miles de historias que ocurren arriba y al costado de los aviones de transporte de pasajeros, que podría dedicarle un blog exclusivamente a ellas.

Pero siempre me tocó viajar en clase turista ("transporte de ganado" lo llama mi marido con sorna, aunque él también va allí y encima quejándose de lo caro que es el billete) excepto una vez que me pusieron en bisnis porque previamente me habían hecho perder el vuelo indicándome la puerta equivocada. Pero ese era un bisnis berreta de unas 2 horas y media, y  lo único interesante que experimenté allí fueron cubiertos  de metal y servilletas de trapo. 
En First Class no fui nunca, y es un misterio que siempre quise develar.... ¿cómo es viajar en First?  Que ya te lo contaba la Gwyneth Paltrow en la pelotudísima película esa (y hay peores en el rubro), que el sueño de tod@ azafat@ es poder hacer "Paris, First Class, International Route", pero se ve que los hombres -una vez más- tienen prioridad en la contienda. 
Porque más de una vez estuve con suficiente tiempo delante de mi avión como para ver entrar a la tripulación y que se te caiga la baba de tanta hormona masculina que ves pasar delante de tus ojos, y entras a la cabina con entusiasmo solo para encontrarte en tu sector con unas viejas a punto de jubilarse que están a los gritos poniendo en su lugar al ganado, que sentarse, acordonarse, callarse que ahora viene la demostración de seguridad, y apaga el teléfono tú que ya lo hemos dicho como 3 veces y esas cosas... Y todos estos adonis seguro que están en clase primera masajeando a los -nunca mejor escogida la palabra- privilegiados. 
Y ya que estamos, pongámonos a hablar con propiedad, que en una de las tantas noches en las que me ha tocado atender a estos pobres trabajadores del aire en sus noches de insomnio y jet lag en los centros de acogida social que tiene mi barrio para tales fines, en bebiendo un gin tonic con uno de ellos me aclaró que no se dice "azafato" sinó"personal de cabina" o "cabin crew" si uno quiere ponerle un poco más de glamur a la cosa.
Que lo sepas, sino se ofenden tanto ellos los divinos del first class como las viejas que te ladran en la clase turista y lo puedes pasar peor de lo que ya te toca hacerlo cuando vas a tu asiento cada vez mas pequeño y menos reclinable que te espera como para recordarte que este mundo está evolucionando en dirección de los orientales, que cada vez tienen más poder adquisitivo y menos masa corporal.

En First nada de esto pasa, que a veces por algún extraño
motivo uno puede ver como son los asientos allí (o peor aún, algún privilegiado de esos te los cuenta con detalle, que para eso pagó una considerable suma de dinero: para poder contar estas historias al resto de los mortales),  y te parece como si estuvieras en el cielo. Todos, todos, todos coinciden en que una vez pasada esa experiencia... ya no hay vuelta atrás. NUNCA jamás por el resto de tu vida te volverás a sentar allí atrás donde están las viejas esas que te

gritan, se olvidan de darte la comida y/o el cafe con o sin leche (como lo hayas pedido tú, que ellas se encargan de hacer todo lo contrario), tu asiento no se reclina bien o se reclina bien pero el ángulo es tan pequeño que te da igual, el monitor que te toca no funciona o ni siquiera hay monitor, la mantequilla te la dan derretida porque sí, se acabó el chicken y te toca la pasta, o justo cuando querías la pasta solo les queda chicken, el acompañamiento es puré de patatas, y la ensalada es también de patatas, el café es peor que haberte hecho uno sin haberle echado previamente café a la cafetera, hay un coro de bebes que no para de llorar, la fila que va al baño "pasa" por tu asiento... y la lista podría continuar.

He fantaseado tanto con el tema de viajar en First que creo que lo mío ya distorsiona bastante la realidad. Está claro que no me voy a creer que en la clase primera el avión tiene menos turbulencias porque eso no podría ser cierto. Aunque mi marido ya se encargó de avivarme del hecho físico evidente que cuanto más adelante estás del aparato menos se sufren las maniobras de despegue y aterrizaje, así como más lejos estás del combustible y sus olores y ruidos (para desilusionarte con datos científicos de la realidad es un especialista mi marido). 
Alguna vez -también aconsejado por él que me dijo que me lo iba a pasar bien- me tocó viajar en uno de esos boeings que tienen como un pequeño "segundo piso" donde iba toda la clase primera, y quedaban unas 8 filas para el resto de los mortales donde las chances de viajar con bebés y otros seres vivos con alta probabilidad de hacer ruidos era muy viaja. 
Así que hacia allí fui con ilusión, y es cierto que te tocaba embarcar por una zona "especial" y desembarcar primero (para que no te vean la cara los de first y así estén obligados a recordar que hay pobres en este mundo), pero para mi horror pude comprobar en carne propia la diferencia de clases, ya que por delante mío pasaba la comida que consumían ellos que comparada con la porquería que nos ofrecían a nosotros parecíamos como si estuviéramos revolviendo la basura para conseguir algo que llevarnos a la boca.
Y allí confirmé mi teoría que el staff de first estaba seleccionado entre la crem de la crem del mundo masculino guapo, amable y servicial, ya que por cuestiones prácticas mis cabin crew eran los mismos que los de First, que estaban tan bien entrenados en el tema que te atendían a tí con el ojo siempre puesto a lo que ocurría ocho filas más adelante, y que si allí alguien levantaba la copa pidiendo más champán pues el café o lo que sea que te estaban ofreciendo sin mirarte tenía que esperar que la prioridad estaba puesta en First. Allí no había lucha ni de clases ni de coclases, estaba claro quienes eran los alfas y quienes -nosotros- las cenicientas.
Me pregunto si me hubiera pasado lo mismo en First Class que lo que me ocurrió una vez yendo de turista,  que mi casual acompañante de asiento me invitó a fumarme un cigarrillo de noseque en esas épocas en las que ya no se podía fumar arriba del avión como desafío y prediciendo que "no nos van a decir nada, si ell@s -l@s cabin crew- también lo hacen a escondidas detrás de la cortina". Unos minutos más tarde nos cayó la antipática de turno que encontró la colilla entre los restos de la comida, y que
nos dijo que tenía que reportar al comandante de este incidente, y después no recuerdo muy bien cómo se solucionó el tema, si le echamos la culpa a los de atrás o le compramos algo en el free shop, pero siempre conjeturé que si hubieramos estado en First, que la cosa nunca habría ido a mayores y que incluso nos habrían regalado unos puros traídos desde la Habana misma.

Otra pregunta que suelo hacerme es que si alguna vez se me rompe el pantalón "justo ahí" donde no voy a darme cuenta, y viajo en First, los guapos del cabin crew me avisarán con sutileza del tema e incluso se ofrecerán a zurcir la prenda, que seguro que ese tipo de cosas aprenden en las escuelas de los cabin crew. A mi me pasó de pasearme por todo el mundo desde el aeropuerto de San Francisco hasta la puerta de mi casa incluyendo una parada en Paris Charles de Gaulle + el aerobús de Barcelona con una raya de esas y sin que nadie me dijera una sola palabra. Todavía deben estar riéndose a carcajadas en lugares de lo más variopintos del planeta recordando al loco/exhibicionista ese que anduvo haciendo de loca de carnaval por todo el planeta.
Otro tema que me produce curiosidad es el del club de la milla, del cual he escuchado historias hasta el hartazgo porque obviamente cualquier miembro de ese club -y yo no lo soy, que quede constancia por si hay alguien que quiera regalarme el carné- tiene que proclamar con orgullo a los cuatro vientos su pertenenecia. Y seguro que en First lo deben de seguir promoviendo, e incluso alguno de los guaporros esos de los cabin crew se ofrece como acompañante para el ingreso a tan afamado y selecto grupo.
Para los habitués de la cattle class pensar en meterte en el lavabo del avión en pleno vuelo con alguna otra persona en días como los que corren es casi sinónimo de que al minuto tendrás un tercer acompañante adentro del recinto  -el air marshal del vuelo- quien vendrá con una pistola de esas en serio, y te aseguro que acabarás en otro club mucho más selecto pero del cual no te darán muchas ganas de hablar en público de ello.

Todo este largo preludio es en realidad para anunciar que estoy a punto de viajar en First Class por primera vez en mi vida. El motivo de este gran acontecimiento tiene una sencilla pero extraña explicación: tenía yo unas millas en un programa de viajero frecuente de esos que la vida te ofrece, que estaban a punto de caducar. Así que decidí utilizarlas para hacer uno de esos viajes que el google calendar te dice que has de hacer pero que no hay sugar daddy en el planeta que se ofrezca a pagarlo.
Así que decidí utilizar mis millas para sacarme el billete, y tan poco cuidado le puse al tema que solamente me fijé que el vuelo que estaba reservando despegara desde donde yo quería ir y aterrizaba donde yo quería aterrizar en las fechas previstas, y que  tenía en mi haber la cantidad de millas necesaria para pagarme tal viaje. Lo que nunca me di cuenta era que estaba reservando un billete de First Class.  Caí en ello cuando me llegó hace pocos días un email donde me preguntan qué quiero comer arriba del vuelo. Y los platos nominados son:

Herbes de Provence Chicken Breast with mushroom risotto and haricots verts o Black Bean
Cotija Cheese and Green Chile Sweet Corn Tamale with tomatillo sauce and Spanish rice.
Vaya dilema, que el chicken vs pasta es bastante más fácil de dilucidar. Y heme aquí, petrificado, sin saber qué elegir todavía y mi vuelo a pocas horas de despegar. Peor aún, sin saber qué ponerme o si he de pasar por la peluquería y manicura antes de dirigirme al aeropuerto.
Y qué ropa ponerme porque mira si no me dejan entrar a la First Class por ir mal vestido, como le pasó a la pobre Celia -una de las del barrio de mi infancia- a la que no le dejaron entrar en la discoteca de turno Savage por ir vestida de crota. Perdoname, dicen las malas lenguas que le dijeron, pero así como estás vestida (y las malas lenguas se encargaban de describirte hasta el hartazgo y con detalles crecientes un esperpento que comenzaba con unas chatitas del año del pedo que calzaba y acababa con una vincha de toalla que le coronaba la cabeza) no podés entrar aquí dicen que le dijo el patovica. Y yo no quiero quedarme afuera de mi First Class
experience por un episodio humillante de esos, que Celia seguramente está buscando alguna historia que haga que dejemos de reirnos de ella por los últimos 25 años, y no le quiero dar la oportunidad.
Otro tema a tener en cuenta es si voy al aeropuerto con transporte público de 3 dólares cómo tenía pensado o en limusina de 150 como corresponde a alguien de mi clase y alcurnia, que seguro que los cabin crew pueden reconocer con el olfato si te viniste rodeado de gentuza con ropa barata y sentado en esos asientos donde ve tu a saber quién estuvo antes, y te manden con las viejas al cattle class de donde nunca debiste de haber salido. Y no me quiero arriesgar a eso así que mejor reservo la limo como corresponde.
Miedos aparte,  me puse contento con la
noticia de que iré en First pensando en todo el espacio que voy a tener y en todo lo que voy a poder jugar con el ordenador portátil ya que habrá wifi abierta allí que no te la van a cobrar, claro. Pero ya me advirtió una de mis amividiosas que solo hizo business un par de veces pero conoce el tema al dedillo porque siempre se consigue novios que viajan en First: que te van a dar champán desde el minuto cero y que vas a estar borracho durante todo el vuelo, así que ni mucha peli ni mucho browsing podrás hacer.

Y encima anoche no pude dormir mucho de la emoción del momento así que ya voy con un poco de cansancio, y me veo dormido después de la primer copa de champán y aterrizado con la pechuga de pollo fría estampada en mi cara. Que además nunca le presto atención a los consejos que tienen que seguir los que están en First durante las maniobras de despegue y aterrizaje... ¿Qué se hace allí? Seguro que no hay que poner en posición vertical las mesitas esas porque no debe de haber mesita alguna delante tuyo...
Tendré que googlear el tema sino quedaré como un total ignorante y eso puede ser peor que viajar con  una raya en el culo por medio planeta, que los cabin crews deben de ser bravos como los verduleros de la feria, en cuanto te notan "novato" te encajan el tomate viejo.
Miedos aparte, siento que estoy a punto de comenzar una nueva etapa de mi vida. Como cuando nací, o cuando acabé la carrera, o cuando Lady Gaga actuó en vivo en la noche de los Oscars. Estoy como un niño que espera a que le llegue el juguete que San Nicolás/Santa Claus/el Niño Jesús/Los Reyes Magos (tachar lo que no corresponda) le va a traer en un par de horas.
En breve seré otro, quizás ya ni recuerde al que soy ahora, o sí que lo haga pero deteste toda mi vida pasada incluyendo las líneas que estoy escribiendo en este preciso instante. La vida es así, como el juego del Monty Hall. Algunos días abres la puerta y te encuentras con una cabra. Otros, un billete de First Class. Y hoy tuve suerte así que, a disfrutar. Porque yo lo valgo


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