viernes, 23 de octubre de 2015

Conditional Clause


and even if my house 
falls down now
I wouldn't have a clue
because you're near me
(Dido)
 


En breve se cumplirán 12 años de la noche en la que conocí a mi marido, y creo
que como todo secreto de sumario se ha de levantar alguna vez, hemos llegado el momento de echar luz sobre algunos aspectos alrededor de aquel momento que fueron mantenidos en secreto hasta el día de hoy para -como está ocurriendo ahora con el TTIP- preservar el éxito de las negociaciones finales que incluyeron un par de anillos y un pastel del que no pude comer segunda porción porque ya se lo habían acabado los asistentes en menos de 30 minutos de haber cortado el mismo. Como no encontré todavía vademécum alguno que diga que eso es señal de mala suerte y desgracia pa'l futuro de la pareja, pues no me quejo y  llevo con dignidad esa mancha de mi pasado.

Pero no era de eso de lo que iba el secreto de sumario sino de otros temas, que ya cuando éramos adolescentes e íbamos a la academia de inglés a imaginarnos como vivía la gente en esa zona del planeta donde se hablaba ese lenguaje extraño para nosotr@s, algun@s ya soñábamos con coronar los esfuerzos de tantas tardes perdidas en vano estudiando los conditional clauses 1, 2, y 3 (ejemplo del segundo sería: If I WERE you, I WOULD study English) con la fantasía de que alguna vez podríamos viajar al norte y hacernos de un marido que nos retire como premio a tanto esfuerzo lingüístico. No es que quiera
vanagloriarme del tema, pero al día de la fecha la que más lejos llegó de todo ese grupo excepto yo fue una que se pescó un señor de la universidad católica ahí en la capital, al sur, y poca cosa más.

Tampoco es que yo haya cumplido estrictamente y al pie de la letra con esos planes fantásticos de adolescencia que iban tomando forma mientras leíamos obligadamente a Dorian Gray para preparar el examen final que nos daría el título (¡ja!) de angloparlantes. Ya que como nuestro instituto estaba patrocinado por el British Council, el macho alfa de nuestros sueños era más bien inglés,
pelirrojillo, fumando en pipa y con look a lo Sherlock Holmes.
Nunca se nos ocurrió imaginarnos qué tipo de dentadura tendría porque eso precisamente nos lo ocultaban en la clase de inglés, el estado dental del promedio de la población que vive en la isla esa. Vaya panda de ingenuos que éramos que
imaginate tú acabar con uno como el principe Charles. Que Dios nos libre, que hubiera preferido quedarme con la Camila que al menos una mano de naipes mientras te bebes un vaso de scotch te puedes echar con ella que el marido debe de ser un memo de esos.
Es que con tanto libro que nos hablaba de que el Mike Sutton vivía en Camden Town y que al Terri Carter lo secuestraron en Liverpool, así nos endoctrinaban estos piratas y nos impregnaban de ganas de mudarnos al imperio para ser tremendamente infelices allí con un marido soso como deben de ser todos esos Johns, Hughs, Williams, Charles que están borrachos el 70% de su tiempo útil, y encima con un clima de mierda que seguramente hará que en menos de lo que canta un gallo tu también te hagas adict@ al
pub del barrio a partir de las 5 de la tarde de lunes a lunes.  Si según la Poncia  aquí en la península el hombre a los 15 días de la boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la taberna, sabed que en las islas el hombre nunca abandona la taberna y has de luchar para tenerlo en la cama tantas veces como descendencia desees tener.

Pues fue que no, por suerte las películas de Hollywood consiguieron llevarme por el buen camino, y yo fui a rebuscarme la vida y un marido por esa zona donde parece que hay más sol y la gente sonríe un poco más con mejor dentadura porque allí el dentífrico viene con mucho blanqueador. Y lo logré (standing
ovation). La historia de cómo nos conocimos no la voy a contar aquí porque no hemos llegado con mi marido todavía a una versión de consenso. Ya habíamos conseguido limar un argumento que mas o menos satisface a ambas partes interesadas, pero justo la semana pasada vino Nethan Yahoo con un nuevo cuento que involucra a unos palestinos en la noche en que nos conocimos que hizo que tengamos que volver a foja cero con las negociaciones sobre el relato oficial. Así que tendréis que
conformaros con que os cuente  los hechos que condujeron a nuestra primer cita que fue nuestro segundo encuentro ya que cita a ciegas no fue, y que como mi marido no estaba allí, no hay que consensuar nada para contarla. Que después de haber intercambiado nuestros números de teléfono en esa primer noche/madrugada
/mañana mágica que nos tocó vivir y de la cual no me está permitido develar ná de ná de momento, y haber comprobado inmediatamente que lo que él dejó escrito en ese papel era genuino (lo cual es muy fácil:  pones en google su numero + su nombre  +  su apellido y si te sale "nothing found" quiere decir que te engañaron como en el culebrón más barato de los que pasan por el canal internacional) y esperar las 24 horas de gracia que dice Miss Manners que hay que dejar pasar para filtrar frikis, acosadores, obsesos y demás, puse un cronómetro para ver cuánto iba a tardar en llamar el susodicho.


Habíamos quedado en que íbamos a ver una película, que él llamaría  luego de ver qué había en cartelera para discutir posibilidades. Así que por las dudas me puse a mirar yo también la cartelera del cine por internet no sea que me pillara desprevenido el asunto y acabáramos viendo o bien una que ya había visto, o alguna de Mickey Mouse que no tengo nada yo en contra del ratón ese, pero una película de Mickey Mouse no es lo que uno va a ver en su primera cita, quizás alguna de  Pixar, pero Micky Mouse no.
Revisada la cartelera, comprobé que varias de las películas en cartel ya las había visto pero habían muchas más que no, así que seguro encontraríamos un factor común. Y me dejé de ocupar del tema. Para que no me dominara la ansiedad, me puse a ver la tele. Primero una peli espantosa de esas que pasan por el Independent Film Channel de una chica que era una cheerleader pero luego se desvió por el mal camino. No estuvo mal, pero tampoco era gran cosa. Luego puse un DVD que había alquilado en uno de esos locales que existían en esas épocas que se llamaban "videoclubes". Una de esas películas tristes de cena de acción de gracias que se ve que las sacan al aire
para los que pasan solos ese día y se quieren suicidar, aunque nunca entendí muy bien si el motivo por el cual salen estas películas al aire es para alentar a que la gente se suicide de una buena vez, o para que se les vaya la gana viendo que hay gente que se la pasa peor que ellos.

En fin, promediando la película me suena el teléfono y yo a la velocidad de la luz
ya estoy del otro lado del tubo sabiendo quien me va a llamar porque -para qué nos vamos a engañar si nadie me llama a mi por teléfono ni a esas horas ni a ninguna, que la gente en estas coordenadas del espacio-tiempo se comunica o por internet o por skype, pero no por teléfono- y que hello how are you, y el típico intercambio de how was your day yesterday y esas cosas que se dicen por decir, o porque te enseñaron en la academia que hay que decir, y que bien que viene aplicar los conocimientos adquiridos, tú.

En yendo al grano porque -para qué te voy a mentir, yo tenía ganas de volver a ver a ese chico a plena luz del día- comenzamos con el tema de la película, y que resulta que su primer propuesta, que era una comedia canadiense de italianos, yo ya la había visto y así se lo hago saber agregando un comentario sobre lo buena que estuvo y lo mucho que me reí cosa de quedar como que eso de ir al cine también me interesaba y no era nada más que un truco de esos que se repiten mucho en los culebrones del canal internacional para acabar liándose con el muchacho.  Entonces me pasa el título de una segunda peli que no recuerdo ya
cual era, pero sí que también la había visto. Y no se me ocurrió mejor idea que serle sincero y decirle la verdad, que ésta tampoco estaba tan mal. Y del otro lado del tubo escucho un "O.... K...., veamos si esta tercera funciona." Y pasa un momento donde parece que él revisa nuevamente la cartelera en un periódico que tiene a mano, y  me suelta que quiere ver (y yo escucho que me dice) "in the cat". "In the cat?" pregunto yo extrañado ya que no me suena para nada ese título. No, "In the Cut" dice él, y uno se pensará que se pronuncian igual pero no es así, en el instituto eso te lo enseñan aunque yo creo que me salteé esa clase porque ese día llovía o me quedé yo durmiendo la siesta. No se, pero hasta el día de hoy no puedo distinguir bien entre "the cat" y "the cut". Pero estaba claro que no había ninguna película en cartelera que se llamara "in the cat" así que tenía que ser la otra.... ¡que también la había visto!
Peor aún, había ido a verla en una especie de "cita" con otra persona que obviamente no era el que luego vino a ser mi marido sino otro. Para salvar mi buen nombre (o liarla aún más) diré que lo anterior no fue una cita sino que -como se dice aquí por este barrio- "uno iba a lo que iba", y no diré más al respecto. Pero igual daba como "cosa" volver al mismo cine a ver la misma película del brazo de otro... ya me iba imaginando al cortador de boletos 
diciéndome: xato, si cambias de acompañante como de calzoncillos, al menos ten la decencia de cambiar también de película (if you CHANGE companion...).
Anyways, lo cierto es que en volviendo a la realidad de la conversación telefónica y al ya visto "in the cut", mi chip zoocial comenzó a decirme "no puedes decirle a este pobre chico que todas las películas que él quiere ver ya las has visto porque queda mal. Se va a pensar que no quieres salir con él" (If I WERE you, I WOULD not do that). Así que acabé aceptando ver esa peli,  y
quedamos en que él pasaba por casa a las 17 hs, íbamos de pizzas y cervezas al bar del pueblo ese donde sirven pizzas y cervezas, y de allí nos pasábamos al cine a ver (otra vez) In the cut.
Acabada la conversación,  detuve el cronómetro porque ya no hacía falta, y me puse a pensar qué iba a hacer en las siete horas que restaban hasta el momento de la cita. Si un@ hubiera crecido en un country como el de las viudas de los jueves quizás habría ido a la peluquería, a comprar ropa, a hacerse las uñas y esas cosas con las que la gente de ese rango social ocupa su tiempo antes de una cita (If I HAD GROWN UP there, I WOULD HAVE BEEN more silly). Pero l@s que somos criad@s en el barrio no mamamos esa cultura, así que acabé de ver mi tonta película de thanksgiving que me hizo llorar porque a mi esas películas de finales donde aparece tu madre a poner las cosas en su lugar me hacen llorar. Luego me fui a hacer la compra, limpiar la casa y esas cosas que hacen las marujas los fines de semana esperando que se haga la hora.

Sobre las 16 hs comencé a bañarme y producirme para el evento, que no es trivial la ropa que te has de poner porque si vas muy superproducid@ (If you OVERDO your makeup...) corres el riesgo de parecer un/a payas@ y/o como que el evento te importa mucho y eso pone tanta presión en la contraparte como los litros de alcohol que para esa hora un inglés promedio ya se habría bebido antes de la ocasión. En fin, que combinando ropa y que esto es too much, y lo otro es too little...  ya faltando unos 15 minutos para la hora programada, yo estaba list@ como para comenzar a rodar la que sería la escena número 2 de la obra de teatro del resto de nuestras vidas.

Desde la ventana del apartamento que tenía entonces se tenía una buena vista
de la calle y de los 20 metros que ha de recorrer cualquier mortal que hubiera querido golpear a mi puerta. Así que decidí anticiparme al ruido de sus puños contra la madera, y ponerme a esperar al lado de la ventana. Con las cortinas semi-cerradas, que tampoco es plan que llegues a tu primer cita y ya esté tu dulcinea mirando con cara de impaciente desde una ventana unos 20 metros más allá. Eso sería más friki que haber llamado antes de las 24 horas que el protocolo obliga. Un horror...

Siempre he creído que los momentos históricos -y ese seguramente tenía que ser uno de ellos- hay que acompañarlos con buena música, como para que te queden mejor grabadas en la cabeza todas las memorias. Así que decidí poner en marcha un dispositivo que existía en esa época que se llamaba "reproductor de discos compactos", que para que produzca sonido has de introducir en él un objeto físico de forma circular que en esas épocas la gente compraba en otros locales que también ya están extinguidos que
se llamaban "tiendas de discos". Yo igual me los pedía en un catálogo por internet de a docenas, te salían bastante más baratos y te los enviaban por correo a tu casa. Ingenuo de mí, que ese tipo de acciones fue una de las tantas razones por las que luego estas tiendas se acabaron extinguiendo (If I HAD NOT DONE that, they WOULD have still been alive today, maybe), pero ya es tarde para echarse culpas, e igual las tiendas de discos del pueblo ese de hippies siguen bien vivas porque la gente que está entre los 60 y la muerte -que son varios allí- siguen comprando cacharros de esos no se para qué.

Eché mano del primer disco que encontré, y lo puse a rodar. Desde la canción número 1 hasta el final, que a mi esas funciones random no me gustan para nada, porque al final del día ¿cómo puedes saber tú si algo es random o no? La semana pasada me golpeó la puerta una vecina y me mostró dos papelitos: uno con un número 12  y el otro tenía un 19. Ella quería saber si alguno de esos números era random, mientras yo intentaba dilucidar qué tipo de alcohol consume esta señora a tempranas horas del día. ¿Será inglesa?

En volviendo a la cita-to-be, comenzó a rodar Dido por los parlantes del hogar, y
mientras la pobre gemía "I won't go - I won't sleep - I can't breathe - Until you're resting here with me" me puse a pensar si no la había liado yo. Si esta canción no era más bien un cover de una situación patética que estaba a punto de ocurrirme que es la de que te dejen plantado, y que me tenga que comer todo ese CD sentado mirando a través de la ventana como nadie llega a mi rescate, y convertirme en una estadística más entre l@s seducid@s y abandonad@s de ese barrio, de ese pueblo, de ese estado, de la vida.
He de decir que luego de 12 años creo que conseguí que mi marido sea un poco más puntual que en esos primeros días de nuestra existencia común, que me apareció sobre la canción número 6 del compact mientras yo ya hacía cuentas mentales de cuánto dinero me saldría hacer 3 años de terapia como mínimo (If he DOES NOT show up in the following five minutes, then I WILL NEED like 1000 U$D in therapy per month, at least) para sobrellevar el trauma que me estaba ocurriendo allí mismo entre esas cuatro paredes con el sonido del "Thank You" dando vueltas por mi cabeza, que por suerte no era el cover que cantaba con Eminem que ese hubiera sido
más patético aún.
De repente apareció una silueta en la calle, que comenzó a acercarse hacia mi domicilio. Al mismo tiempo,  mi corazón comenzó a latir al compás de lo que gritaba Dido, y cuando más o menos lo tuve a unos 10 metros y pude confirmar que era él, los latidos aumentaron pero porque comencé a notar la manera extraña en que venía vestido el que hasta ese entonces era solamente un muchacho del barrio que había conocido un par de noches atrás.

Y no es que este chico tuviera nada muy exótico o extravagante puesto, solo que las zapatillas/bambas que portaba eran como si las hubiera arrastrado por todo el desierto de Arizona esa misma mañana de lo ajadas que estaban. Y los pantalones de jeans/tejanos que tenía puestos estaban bastante gastados, y tenían un agujero no de esos guays de los que te pone Desigual para cobrarte más la ropa. Esto era un agujero de esos que llevan los pantalones viejos y gastados... 

En esos 10 metros que le llevó llegar hasta la puerta de mi casa circularon varias teorías por mi cabeza:
a) este chico trabaja de mecánico en un garage y yo no entendí muy bien esa parte cuando hablamos por primera vez (claro, por cómo te enseñan inglés en ese instituto...)

b) lo asaltaron viniendo para casa, y uno de los vecinos se compadeció de él y le dio esa ropa por caridad

c) se le hizo tarde para arreglarse y viene a preguntar si podemos salir dentro de una hora

d) mismo que en c) pero viene a cancelar la cita

e) decidió venir a contar la verdad, que está casado y tiene 3 hijos a los que se había olvidado que hoy tiene que llevar al parque

f) como que estamos en USA, tiene escondida un hacha en la espalda y viene a darme mi merecido
g) todas las anteriores son correctas

h) ninguna de las anteriores es correcta, sino algo todavía peor

i) ...

Irónicamente, mientras escribo esto, esas mismas zapatillas espantosas de la
primer cita hace ya casi 12 años siguen estando en el repertorio de las que utiliza hoy en día mi marido para andar por la calle ("es que tengo el pie complicado y no hay mucho calzado que me venga bien" fue lo que me dijo hace poco cuando le hice notar que quizás ya era hora de ir haciendo un cambio). Los tejanos agujereados al menos los utiliza solo cuando le toca hacer bricolage en su casa esa de la pradera. Es que tardé poco pero mucho más que ese primer encuentro en aprender que a mi marido le cuesta desprenderse de lo usado. Si sigue funcionando bien, para él no hay motivo de buscarse un reemplazo. "Entonces contigo se quedará por mucho tiempo" razonó un@ de mis amig@s de es@s que duermen enroscad@s en una cesta de
mimbre cuidándose de no morderse la lengua para no morirse envenenados cuando le conté ésto de mi chico. Quizás sea verdad, pero toda esa información no podía tenerla en la cabeza a 8 metros de distancia de nuestra primer cita, y la bestia continuaba acercándose en dirección a mi casa y yo teniendo todo un sistema planetario de ideas en órbita alrededor de mi cabeza.

Lo primero que había que descartar rápidamente era la opción f), que lo último que le hubiera venido bien a mi vida en esos momentos es pasar a ser una escena más de una de esas películas con Jason o con Freddy. Por un rato pensé que si bien mi vivienda estaba en el núcleo urbano de la ciudad rodeada de otras casas, no había nadie en ese momento circulando por las calles o asomado a sus ventanas. Es que en ese pueblo de geeks la gente cuando tiene tiempo libre va a la biblioteca, así que seguro que estaban todos allí. Hacha tampoco parecía portar sobre la espalda a menos que la tuviera adosada con cinta, porque se le veían  las dos manos sueltas. Por otro lado, este chico ya había estado en mi casa en condiciones más tenebrosas así
que pudo haber hecho todo lo que quiso allí (y supongo que hizo lo que quiso pero de esto no puedo hablar) con menos complicaciones que a plena luz del día.  Pero quizás la primer noche fue solo para estudiar el terreno y ahora se viene con el hacha... ¿Me puede estar pasando esto ahora mismo a mí?



Ya íbamos por los 5 metros de distancia y sus pasos podían intercalarse con
los latidos de mi corazón que iban como 3 veces más rápido. Yo me quedé inmóvil en ese curioso punto que siempre existe y está a igual distancia del reproductor de CD, el baño donde podría des-producirme y linyerizarme como él, y la puerta que iba a sonar en breve... ¿Qué hago? ¿Y si no contesto? (If I DO NOT open that door...) Igual con el hacha esa me la baja de un tirón, si esta puerta es de madera. La tía Chela siempre contaba la historia
del desconocido ese que la invitó a un trago en un local bailable, y ella con un miedo tremendo de que no le pusiera nada a la bebida, se encomendó a la santísima virgen y no le salió mal la plegaria que le acabó resultando un buen marido y 3 hijos. Pero algo en mi cabeza me decía rápidamente que en ese lugar alternativo del planeta donde yo me encontraba no tenía cobertura la santísima virgen. Uno podría quizás invocar a "la energía", al "cosmos" , a
"todo lo positivo que nos rodea", quizás a alguna deidad oriental de esas a las que se le enciende un sahumerio cada 6 horas, pero que ya no tenía tiempo en esos 2.5 metros que me quedaban para investigarlo por internet (If I PRAY, nothing WILL go wrong).
Quizás el que está sobre-producido soy yo, atiné a pensar en ese momento en que el espacio y el tiempo parecían correr de manera inversamente proporcional a los latidos de mi corazón, y el que necesita 1 hora para desmaquillarse y ponerse ropa más crota soy yo. El cortador de boletos del cine quizás no nos deje entrar, pero al menos la humillación será compartida y de paso le daremos tema de conversación a este señor que seguramente con esa profesión (cortador de boletos del cine) se debe de aburrir un montón. 
Puedo dejar a este muchacho golpeando la puerta por un rato (pero se va a dar
cuenta que alguien hay adentro porque la Dido sigue aullando y ya ni siquiera me da el tiempo para hacerla callar), o hacer mía la opción c) de decirle que venga dentro de una hora así me desarreglo un poco. Pero me verá sobreproducido -comparado con él- a menos que salga cubierto con una bata de baño por arriba de la ropa.
Por detrás mío Dido seguía con sus lamentos exacerbados como si entendiera lo que me estaba pasando, pero estaba yo muy seguro que ella no tenía ni puta idea del dilema que tenía yo por delante. ¿Cómo podría saberlo si este disco lo había grabado 5 años atrás? Tampoco me iba a encomendar a ella que ni me conoce, y ya estábamos a 1 metro de la decisión final que era "abro la puerta o no"? 
Obviamente que así como yo podía oir sus pasos, él seguramente ya estaba
deleitándose con la música que venía de adentro, pero igual uno siempre puede excusarse más tarde con que se había quedado profundamente dormido después de haberse tomado un diazepam, aunque obviamente estaba claro que si no abría esa puerta no iba a tener que dar explicaciones a nadie nunca más en el futuro (quizás a este blog, pero poca cosa más) ya que no iba a haber otro llamado telefónico con un  "fui a la hora que habíamos quedado y no estabas". En este tipo de eventos -como se dice por aquí en el barrio- "uno va a lo que va". Y que te dejen plantado es parte del juego que esconde un mensaje cruel pero muy concreto.

La distancia entre el croto ese y la puerta se había reducido a cero, y yo seguía parado en el mismo punto equidistante donde ya estaba unos metros y medio antes. Y la puerta comenzó a hacer ruidos.  Y yo como un zombie avancé hacia ella, que por más estado catatónico que tenga no soy de los que se quedan parados por allí ad eternum y además tanto la Miss Manners como la Dear Abby coincidirán conmigo en que es de tremenda mala educación dejar a los invitados parados golpeando la puerta.  No señor, eso no se hace.

Al menos como en Monty Hall no tenía que elegir entre 3 puertas para decidir,
aquí había una sola que estaba delante mío y que tenía del otro lado o un premio mayor o un hacha (If I DO open that door, where WILL I be in 12 years from now?).

"Alea Jacta Est" recuerdo que me dije, respirando hondo, cogiendo el picaporte con la mano, sin pensar que ese momento que era realmente de trascendencia histórica quedó plasmado con la canción número 6 del album de Dido como música de fondo.  Pero yo aún no tenía las herramientas para saberlo . Y abrí la puerta mientras una sonrisa comenzaba a arquearse en mis labios. Tú siempre has sido un buen actor, me decía una de mis maestras de la escuela primaria.
"Hello, good to see you again".


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