sábado, 2 de enero de 2016

Antes muert@ que sencill@

Y una gotitas de Chanel nro.4
que es más barato.
Que a quién le importa 
lo que digan por ahí
Mi propósito para este año que comienza es el de
inaugurar un nuevo club, que ya somos al menos tres l@s que habitamos este planeta que nos quejamos porque nuestros maridos nos llenan la casa de cables que después no sabemos qué hacer con ellos y/o para qué sirven, y un@  se siente más inútil que un cuatro de copas en una ronda de truco.
Que todavía tengo graves secuelas de ese serio incidente que ocurrió hace  año y medio, en esa época en la que hay que mirar el fulbo porque cada cuatro años toca. Y la selección nacional que en aquellos días tenía bien acostumbrada a la teleaudiencia a nada interesante hasta bien entrado el alargue. Yo quise poner el partido en la tele de casa como para dejarlo ya marchando desde el principio, y cantar el himno nacional con los muchachos y demás, para luego irme a hacer la compra porque total si en los próximos 90 minutos no iba a pasar nada según el libreto, y todo se iba a definir en los 30 minutos del alargue,  no entiendo yo para qué nos hacen perder el tiempo sufriendo como esposa de kamikaze en la segunda guerra mundial.
Yo no soy muy erudit@ en ese tipo de tácticas y estrategias, pero se ve que en esos 90 minutos en los que no ocurre nada en realidad te van pasando publicidad subliminal por los costados del campo de juego y con eso se sacan el sueldo los jugadores, técnicos y demás. Esta vida moderna es lo que tiene, que la economía está en todos lados, como las Kardashians.

Pero no quiero irme de mi historia inicial que sigue así, que yo quería dejar la tele puesta para poder irme tranquil@ a hacer la compra y resulta que solo tenía imagen pero no sonido, y un cablerío detrás de la pantalla que parecía la computadora de Al An Turin, y mi marido a más de 15.000 km. de distancia y 9 horas más joven por el tema de la diferencia horaria. No me puse a pensar si estaría durmiendo o no, que lo mío era prioritario así que pillé el teléfono que por suerte me lo dejó funcionando y a los gritos exigiéndole que me de sonido que no es lo mismo gritar un gol del Gonzalo con comentarios y ruido exterior que sin ellos.
Que en este último torneo gracias a todos los santos ya no habían más vuvuzuelas sino gritos contra la presidente del país anfitrión -pobrecilla- así que se podía poner en alto el volumen e incluso tener surround system stereo o lo equivalente que tenemos en mi casa, una versión low cost de eso que mi marido te dirá que funciona igual pero yo mucho no le confío porque él siempre encuentra alguna excusa real y racional para no gastar más dinero de lo que él quisiera (que en general es muy poco) por algo que a la larga es casi igual, pero no igual.
Y eso no es lo mismo, que ya nos lo enseñaban nuestras maestras de las escuelas primarias con tanto diagrama de venn y tanta torta pintada y partida en trozos en las clases de matemática: que lo que es igual es igual y el resto... será una relación de equivalencia quizás pero igual-igual no es.

Algo bueno tiene el vivir en este universo global y lleno de cables, que doquiera que estés en el planeta levantas el tubo, discas un máximo de 8 dígitos, y si no les has errado al teclado te atiende del otro lado la persona correcta. Y yo a los gritos que ya pasó el himno y no lo pude cantar porque no había audio, y que no me quiero perder los goles que se vienen y qué no entiendo el cablerío éste que has puesto por aquí, y que cómo puede ser que pueda tener imagen pero no audio.... Y mi marido que tiene más paciencia que San José cruzando con el burro, la Virgen y el Fenómeno del Niño toda la Franja de Gaza esquivando las bombas de Hamás rumbo a Egipto, tiene que decodificar entre mis gritos lo que está ocurriendo, pero igual lo hace con éxito.
Que en un par de minutos, justo para cuando a Gonzalo se le ocurre salir del libreto y hacer un gol al principio del partido deduce él unos 15.000 km más allá y 9 horas menos que uno de los cables está desconectado de "la caja" porque la filipina que viene los miércoles le dio a la escoba con afán y fe por esa zona y lo desconectó. Y que volviendo a poner todo en su posición normal ahora sí ya puedo escuchar los gritos de la tribuna, el comentarista y los pitidos del árbrito. Un genio, mi marido, y yo sintiéndome un poco avergonzad@ como si fuera la de Boluda Total, igual trago mi orgullo herido, agradezco a mi salvador mientras mentalmente me agendo un par de sesiones extra de sexo de ese que le gusta a él para la próxima vez que nos reencontremos, y en comprobando que todo funciona normalmente ahora, salgo a hacer la compra con la tranquilidad de que ya tenemos un gol de ventaja, que incluso le doy charla al pescadero que es de pesao el pobre pero hay que atravesar su monólogo de 15 minutos si quieres hacerte de los filetes de salmón con los que piensas celebrar el el pase a la semifinal.

Obviamente estas historias de intimidad y cables no las ando contando yo por ahí que tampoco es plan de quedar como pavot@ de la blogosfera. Pero es que ya me encontré con 2 damnificad@s de la misma historia, que sus maridos le dejan el televisor rodeado de cables,  consolas y controles remotos y luego se van, y un@ que se siente como la Sandra Bulo cuando entra a la nave china esa que no entiende ná de ná ni pa qué tá hí, y que la peli se vuelve super lenta y tonta hasta que aparece el galán de turno que tiene que venirse desde el más allá el pobre pa decirle a la pava ésta qué es lo que tiene que hacer  pa volver al planeta tierra, mientras la teleaudiencia esperanzada de que se quede varada ella de una buena vez allí y nos deje de torturar con tanta peli sentimentaloide que hace esta chica año tras año, y que en fin no pudo ser esa vez pero ya vendrá otra oportunidad.
Lo que decía, que no puedo evitar sentir empatía por es@s pobres espos@s atrapad@s en su propio hogar, asfixiad@s entre tanto cable y tanta tecnología que confirman en silencio lo que las voces no pueden decir (sobre todo si no hay sonido en tu televisor como me pasó a mi la tarde esa del partido de fulbo), que eres un@ tecnotont@, que con suerte puedes dilucidar entre "on" y "off" pero no tienes ni puta idea de lo que significa HDMI, y que no es "hij@demil..." como te pueden haberlo sugerido la imaginación o las malas compañías.

Yo igual tengo bien asumida mi posición en el Belen que me toca vivir, y que no va precisamente ni de burro ni de cabra. Pero también le dejé muy en claro a mi marido cuando ya se caía de maduro que no sería yo quien duerma en el palo más alto de ese gallinero: que yo no soy ni voy a ser lo que en su idioma llaman  the trophy spouse, que iré a la peluquería como tod@s van cuando toca, al gimnasio, yoga, taichi, y muestras de arte que me indique él porque yo de eso ná de ná (por suerte él tampoco, pero había que aclararlo desde el vamos, lo dice la Dear Abby).
Pero que yo también tengo mi talento. "Limitadito" -como le decía la Agrado a la otra la que se metía con el caballo hasta el apéndice- "pero es mío". Y para enfatizar mi independencia me conseguí un currito ahí cerca de donde vivimos así tampoco tengo que viajar tanto y se me arruina el peinado en el metro. Incluso me dieron un despacho bastante difícil de encontrar adentro del tinglado, así que cada tanto me puedo escapar un par de semanitas que es lo que le lleva a la peña llegar hasta mi puerta si no salgo yo antes a rescatarlos.

Pero igual con la tecnología y todas esas cosas modernas que aparecen en las revistas de ahora... He intentado, pero no es lo mío. Muchas veces pongo cara de interés e intento registrar las palabras clave de la conversación de turno, pero en cuanto se me invita a opinar del tema he decidido utilizar la honestidad (que también lo recomienda la Abby) y digo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad -como la vieja esa de Mujeres al Borde-: que necesito un poco de tiempo como para contarle todo el caso a mi marido y que ya vendré con una opinión formada....
Que será todo lo cursi y romántico que quieras eso que te ponen en las Selecciones del Lector Digesto y que después repiten como loras la Miss Manners, la Dear Abby, la Nacha Guevara y otros entes sahumeriales equivalentes: que en una relación perfecta se han de respetar las opiniones del otro y bla bla bla. Pero lo cierto es que si no tienes ninguna opinión y no te importa para nada el tema, mejor que le preguntes a tu marido qué es lo que piensa él y hagas esa opinión tuya. Así es más fácil para todos y a otra cosa mariposa.

Yo se que mi madre -que en breve llegará a los 50 de casada sin que mi padre todavía se entere bien del tema- desaprobará rotundamente esta filosofía de vida. Ella que se pasó toda la vida recalcándome la dura lucha que tuvieron la Meryl Streep, la Carey Mulligan, la Helena Bonham Carter y otras en la peli esa que pasan en el cine del barrio para que tengamos tod@s los mismos derechos, que yo ahora mismo como la Salomé del evangelio voy a entregar en una bandeja de plata a las garras de mi marido, pero es que en la vida un@ tiene que elegir las batallas que hay que librar y esta realmente no me interesa.

Aunque ese tema de llevarle a tu marido esos casos complicados que tampoco te interesan mucho tiene sus bemoles, que con alta probabilidad él se entusiasmará con el dilema en cuestión y comenzará un largo monólogo del cual no quisieras escuchar ni el resumen de menos de 100 palabras que siempre aparece al principio de los artículos de investigación de la revista People.
Y ahí otra vez a poner cara de poker mientras piensas en lo tuyo. Haciendo de cuenta que le prestas atención, claro, que el hombre tiene su orgullo propio y pa' qué hacerle sentir mal por algo que a ti no te interesa (por eso fue que le has traído el tema a colación). Y teniendo un kit de frases de esas que siempre funcionan bien en una "conversación" como "ajá", "claro", "mmmmm" "oh" y equivalentes puedes mantenerle el monólogo hasta el final.
Y aquí viene una de las grandes ventajas de tener una pareja bilingüe como es el caso mío y el de otr@s, que siempre le puedes echar la culpa a que no entendiste muy bien algo que te dijo cuando estabas pensando en si existe el sabor azul o no mientras él estaba filosofando sobre de si se están ahogando el hijo y la madre a quién ha de salvar el marido primero, por el tema del idioma. Es una estrategia que funciona, pero no se ha de abusar, porque los hombres tontos no son y pronto se dan cuenta de cuando un@ no les sigue la pelota. Esto último no lo recuerdo si me lo dijo mi madre, la Miss Manner o la Dear Abby.

Tampoco se ha de abusar con eso de traer temas que no te interesan para iniciar charla con tu marido,  porque a la larga el susodicho se puede llegar a creer que tú eres una persona interesantísima con temas de conversación de lo más variopintos. Y en eso también nos lo advertía la Agrado en la misma película, que una ha de ser auténtica, y que más auténtica se es cuanto más se parece a la imagen que se tiene de sí misma. Y yo por más que me esfuerzo y me esfuerzo no veo ninguna imagen de mí mism@ dilucidando entre una madre y un hijo que se ahogan. Que no, señor, que yo no soy es@. Que los enigmas griegos no son ni serán lo mío. Yo más que grieg@ me veo roman@.

"Pa' que no te desluzca mucho, lo mejor es llevarlo a un lugar donde no hable él el idioma" me siseó mi madre una tarde mientras comentábamos el tema mientras tomábamos el te, que ella es de darte consejos crudos pero útiles. Y aquí resultó tener razón, que lo tengo más controladito cuando no está en su entorno lingüístico natural y puedo yo brillar con luz propia y la ayuda de unas joyas que también brillan.
Pero a veces cuando nos venimos para sus pagos y se vuelve super-locuaz.... Me dan ganas de sentarme al lado de él y dejarlo hablar por horas y horas y horas... admirándolo como me imagino que es lo que hacían los discípulos y las mujeres que iban con Jesús como te cuenta el evangelio, que en esto yo soy muy judeo-cristian@ y siempre tengo imágenes como muy bíblicas en la cabeza, y a veces me imagino que soy un@ de l@s que va siempre con él a todos lados y escucha en silencio... O más bien hace que escucha, pero siempre en silencio. Que vaya que habló mucho Jesucristo en esos 3 años en los que estuvo predicando, al menos si uno se cree todo lo que dicen los papeles esos.
Y yo que cada vez que me siento cerca suyo (nunca al lado que tampoco está bien que las parejas estén juntas en las reuniones sociales, lo dice Miss Manners) y comienza a hablar en parábolas, que siento en mi interior un regocijo tan grande y me comienza a sonar por alrededor de la cabeza siempre la misma música, esta que sigue:
"J@puta, tu lo que quieres es que tu marido se muera congelado en el Atlántico Norte" me dijo una vez la vecina de al lado cuando le conté lo de la música, pero es que no es así. A mi esta música me inspira a que viene Leonardo a sacarme de la aburrida existencia que el destino me hubiera deparado de haber seguido todos y cada uno de los consejos de mi madre (y dejo constancia de ello por escrito aquí pa que lo sepa ella y el resto de la humanidá) para mostrarme lo que es volar arriba de un barco. Después ya habrá tiempo para el iceberg, pero de momento no hace frío por aquí.

No se si me quejé mucho por el tema de los cables que en los últimos días del año se vino con un nuevo "gadget" (que así le llama a él a todo tipo de artilugio nuevo que aparece en esta casa) que dice que con eso ahora sin cable  alguno la tele se conecta al portátil y/o al celular, y puedes ver netflix o comcast o lo que quieras allí. Y así fue, que desde el portatil conseguimos que aparezca la peli en la tele.
Pero ahora resulta que si quiero utilizar mi ordenador para pagar los impuestos me aparece Karlos Aguiñano para enseñarme a cocinar gambas al ajillo, y ayer cuando quise ver las noticias de las 21 hs la presentadora estaba oculta detrás de un documento de word que estaba entre mis archivos y ahora tampoco puedo encontrar.  Vaya lío, que mi marido también, mandado a hacer.

Por eso hago el llamado a tod@s l@s damnificad@s por este tema, con cables o sin ellos. Haremos un grupo de guasap, de feisbuk o yajú, pero hay que comenzar  con algo. Ya decidiremos si el club se llamará Nacha, o Abby, o Manners, o Chus, o Sandra. Pero lo importante es comenzar a organizarse, que ya lo dice bien la Abby. O eso o consultar con un (sic) licensed mental health specialist. Y yo antes muert@ que sencill@.