La ceja asustada
Quizás algún día
sepas comprender
lo que lloré,
lo que imploré de rodillas
a esos hijos de perra
lo que lloré,
lo que imploré de rodillas
a esos hijos de perra
Por ejemplo, una vez veraneando en la frontera con el Brasil nos encontramos con una mujer oriental (que en mi niñez esto de la globalización y que pasen delante de tu casa gente de otras razas o religiones era un espejismo, había que viajar a tierras extrañas como el Brasil o entrar al circo para ver gente distinta) y acto seguido mi hermano se puso a los gritos "Klurin, ahí está tu mamá!"
Y con su poderosa imaginación reconstruyó rápido "la historia de mis orígenes", un cuento truculento que tuve que escuchar varias veces como una especie de teleteatro de
terror de esos que pasaban por la radio en la época de nuestras tías
abuelas: que se estaba acabando la segunda guerra mundial, y que ya Japón estaba a punto de capitular mientras el Enola Gay iba a esparciar su maldad por allí. Pero algunos 'afortunados' consiguieron escaparse en avión de la tierra del sol naciente, y mientras la nave sobrevolaba por el Brasil, mi madre se tiró en paracaídas... Yo tardé un rato en darme cuenta de lo que había pasado y cuando se me ocurrió tirarme también del avión (supongo que con paracaídas, esto no venía incluido en el relato original) ya estaba por encima de la casa de mis padres adoptivos".
"¡Es un honor que te confundan con un japonés!" explotaba la tía Elena cada vez que yo iba llorando a contarle lo que se andaba diciendo de mí por ahí... "que esos no dudan en hacerse el harakiri antes de perder la virtud" continuaba ella mientras yo con 5 o 6 años no acababa de entender muy bien ni qué era eso del "harakiri", ni "la virtú". "La próxima vez que te vengan con algun cuento de esos, tu les contestas: 'es un honor para mi que me pongáis ese apodo', y san se acabó" fue su sentencia. Luego se acomodó las gafas y siguió haciendo de cuenta que leía el periódico aunque todos sabíamos que ya estaba medio ciega y que no podía leer ni jota, pero allá ella.
Suena bastante ridículo su consejo, incluso 40 años después de todo ésto me sigue pareciendo
bastante insensato sugerirle a un pobre niño de 65 meses una respuesta como esa a la burla de sus amiguitos. Más ridículo aún es el hecho de que yo le hice caso y salí a contestar cómo ella me dijo, para solo recibir un nuevo mar de risotadas, y más burlas ahora por andar diciendo por ahí que era un honor que me digan japonés. Cuando un día de estos venga la autoridad a acusarme de todos los casos de bullying que me tuvieron como instigador principal 10 años más tarde, espero atenuar mi condena con relatos como éste. Los voy a necesitar...
Pero vamos ahora al meollo de la cuestión, el por qué andar repartiendo "chinos" y "japoneses" por el barrio cuando no había todavía supermercado chino alguno por la zona se preguntará Ud. Y aquí viene la verdad desnuda, que mi terapeuta (¿o era una de esas voces que vienen a darme conversación por las mañanas? Ya no lo recuerdo) me dijo que tenía que salir de una vez por todas del armario. Que de ese armario no, so idiota. Sino de lo que sigue: que resulta que la ceja que tengo arriba del ojo derecho "me crece para arriba", un fenómeno que es un poco extraño por esta zona del planeta (aunque pensándolo bien, no importa en qué parte del planeta estés, siempre es extraño que te crezca una ceja para arriba y la otra no), pero no así en donde viven los orientales, que a ellos le crecen las dos cejas para arriba (como le pasa a mi papá, una prueba viva de que soy portador de la mitad derecha de sus cromosomas), y nadie le anda gritando al otro ni "chino" ni "japonés" ni cosas como esas. Ellos se hablan entre sí en un lenguaje atonal extraño e incomprensible para nosotros, y ni quiero imaginarme qué cosas se dirán con esos gritos.
Pues sí, que tengo una ceja que me crece para arriba (y a ninguno de mis hermanos les pasa eso, lo cual me hace dudar seriamente sobre la ecuanimidad de las oraciones de mi madre, que seguro que por ellos reza un pelín más que por mí, y por eso no le salieron tan torcidos como S.S.S. pero no sigo en esta línea porque Miss Manners no me lo aprobaría. Ya escribirá ella en su blog personal su propio descargo) y que ese fue el motivo por el cual durante mi infancia me tuve que aguantar el japonés de aquí y japonés de allá.
Por suerte uno es un poco leído que cuando tenía unos 10 años más o menos y me enteré que se me venía por delante algo bastante fulero como la adolescencia, tuve que tomar una decisión drástica para no comenzar con esa etapa feroz de mi vida con el pie izquierdo. Y así fue que decidí entrar al armario utilizando una tijera de esas de cortar uñas, para quitarme con cierta prolijidad la parte de la ceja derecha esa que me crece "para arriba". Con eso conseguí confundirme con el resto de los mortales que pululaban por ahí por donde vivo yo, y pude sobrellevar esa etapa dura que fue la pubertad y alrededores, incluso llegando a gozar de ratings de popularidad que ya envidiaría alguna cheerleader de high school americana
O me salió bien el ejercicio o la gente que me rodea fue y/o es muy discreta, lo cual también se agradece. Pero yo creo que conseguí confundir bastante, que acabo de preguntarle a mi marido si se había dado cuenta de algo raro con mis cejas y me dice que no, pero creo que ahora mismo está ensimismado intentando ahorrar unos litros de agua y salvar así el planeta tierra que no me está dando mucha bola, así que mejor le pregunto más tarde sobre el tema y actualizo esta entrada.
Igual obviamente cargo sobre mis espaldas el estigma de tener que aguantarme siempre la pelotudísima pregunta de... "where are you from?" Que la peña se piensa que vengo de lugares muy variopintos como Mongolia, México, Sudáfrica, las Canarias, la Rioja (tanto de la del hemisferio norte como de la del hemisferio sur)... Lo que le queda claro a todo el mundo es que junto con mi marido formamos una "mixed couple", pero eso es porque el es tan WASP que hasta un albino de Albania haría una pareja mixta con él.
Tiene sus bemoles el bolongui racia-facial de quien les habla, aunque también trae algunas ventajas, que en países que no mencionaré aquí para evitar que me persiga el fisco (que mi cónyuge dice que siempre pueden venir a por tí incluso hasta 20 años después de haber pagado la factura así que mejor andarse con cuidado) he entrado a museos y exposiciones a precio de local solo porque al encargado de turno le parecí muy de por ahí. Y que hay tiendas en los esteits donde ni bien pongo el pie ya me hablan en la llengua del Cervantes sin que yo tenga que pronunciar palabra alguna para anunciarme, y eso facilita la comunicación casi siempre.
Pero nunca nadie hizo referencia a mi ceja derecha que ya no me crece para arriba porque religiosamente desde hace más de 30 años cada tanto le doy una pasadita con la tijera de turno y vuelvo a ser la cara bonita que a mi marido le encanta pasear y exhibir en los círculos sociales por donde se mueve él.... Pero a cada cerdo le llega su San Martín diría ahora mismo mi tía Elena si no fuera porque lleva ya más de 20 años enterrada en el panteón familiar, y a mi me tocó hace un par de semanas que estando en un bar de esos a los que uno va cuando ya tiene más de 21 años, de repente me encuentro con un muchacho asiático bien parecido de esos que no abundan (¡racista! me gritan aquí las politically correct de siempre, pero tant me fa! Ellas en su blog y yo en el mío), y entablando conversación en algún idioma civilizado que no eran ni el suyo ni el mio, en un momento dado me mira a los ojos, frunce el ceño y me pregunta: "¿por qué te recortas las cejas?"
Y de repente me sentí desnudo delante de él, había pasado tanto tiempo con este ritual de tijeretearme cada 10 o 15 días que me había olvidado por completo que mi yo original era el de la ceja derecha para arriba, el japonés del barrio, el hijo de la japuta esa que se tiró del avión en el Brasil y se olvidó de llevarme con ella y por culpa de eso así les salí a mis padres adoptivos.... Todo mi pasado se me vino de golpe encima como esa bocanada de humo que te envuelve cuando destapas la olla donde se está preparando la escudella del domingo....
Y no supe qué decir, por primera vez en mi vida tenía que rendir cuentas de algo que ni siquiera supe que tenía que admitir que había existido en mi pasado, y -peor aún- seguía existiendo hasta el día de la fecha... Así que hice lo que suelen hacer las caras bonitas del circuito donde me muevo yo: sonreir un poco, pagar otra ronda de cerveza, y cambiar de tema. Más tarde, cuando el chico coreano me pidió mi número de teléfono ni siquiera tuve ánimos para hacer lo que suelen hacer las caras bonitas del entorno que es pasarle el número de reclamaciones de Movistar, sino que amablemente me negué a hacerlo y le deseé suerte en la vida, que tanto él como yo la íbamos a necesitar.
Acto seguido, como en drama de culebrón asiático de esos que vi varias veces sin entender una sola palabra, junté todos mis pedazos, salí del bar corriendo y me fui a casa a revisar mi ceja derecha recortada, asustada y humillada. Y me fui a dormir la mona que el alcohol no perdona. Pero el tema me tuvo perplejo por varios días y cientos de euros de terapia (o de alcohol, ya no recuerdo bien) que ya toca un poco pasar de página, y así llegamos al día de hoy.
Aunque en breve me tocará viajar hacia esa zona donde todos llevan las cejas levantadas, quizás deba dejármela crecer un poco y a lo mejor hasta consigo descuentos y gangas que se ve que por allí se lleva eso si uno grita un poco en ese idioma extraño y atonal que tienen. Lo he pensado, meditado y recontra-consultado con mi terapista y las voces matutinas sobre este tema... Pero he decidido que no lo voy a hacer, no señor. Lo de la ceja levantada será la naturaleza misma que habita en mí, pero yo también soy muy de la Agrado, que sostiene que una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma. Y yo soy muy auténtica. 別れ!