domingo, 14 de septiembre de 2014

La regla del hospital

(Charly García)













Jamás me habían dicho que el equivalente de "la salita de 4" para cuando uno ya tiene 40 es la narcosala
del barrio, que en estos últimos 12 meses pasé por allí más veces que la suma de todas las visitas de mi vida pre-cuarenta ("¡modelo exponencial!" diría un buen alumno de esos que ya no hay por culpa de Boloña). Aunque pensándolo bien, cuando tenía entre 3 y 12 también me tocaron varias visitas frecuentes al hospital de niños del barrio, pero buena parte de ellas era para ir a curiosear con morbo quién era el finado de turno en la morgue que era de fácil acceso
desde la calle. En fin, que no hay que dejarse llevar por las emociones en estos temas, y si uno quiere ser preciso, pues tendrá que utilizar el método científico, que no me apetece a utilizarlo ahora sino solo quejarme así que aquí va.

Resulta que entre la tonelada de pastillas que me recetaron como bienvenida a la década número cincuenta de mi vida, sumado a todo lo que ya no me dejan comer y que encima también te obligan a hacer actividad física, pues así cualquiera mejora un poco. Que a principios del verano de esta parte del planeta mi médica estaba tan contenta con mis resultados que incluso me dijo al oído que ella me hubiera nominado a
"enfermo del mes" de esa narcosala, pero lamentablemente habían descontinuado ese programa porque el último galardonado acabó muriéndose 3 días después de haber estrenado nombre y retrato de su saludable rostro en la sala de espera, y ahora la familia le estaba haciendo un juicio a la sanidad pública por falsas esperanzas. Así que tenía que contentarme con la felicitación oral de la doctora y poca cosa más.

A principios del último verano me encontraba yo en la cima de la vida saludable ("gracias a esas pastillas, claro" me siseaba la mala-mala-mala de la enfermera, que no quiere que deje de tomarlas nunca jamás en mi p... vida), y hete aquí que ya llegando a la primavera me encuentro nuevamente en la sala de espera junto con todas las Hipocondríacas De Siempre que están allí tejiendo a la espera de que o bien les sorprenda la muerte (que nunca les llegará allí a menos que se pillen algún virus intrahospitalario, si es que no están enfermas), o algún/a médico/a caritativo se apiade de ellas.
"Hoy atiende el muchacho ese guapo medio amanerado en la puerta 8" una vez escuché que una de las HDS le decía a otra. "Ese siempre nos atiende al final de todos sus turnos" agregó, y acto seguido se pusieron todas como gallinas cluecas a comentarse sus dolores como si el fin de los mismos estuviera a punto de acabarse gracias a la generosidad del maricón de la puerta 8. Que nunca supe si era o no era pero como dice el cura de mi parroquia "ante la duda... dalo por hecho porque hay muchos más de los que te imaginas". Y a mi precisamente en este caso me queda claro que un buen porcentaje de los que trabajan en el rubro "salud" son del gremio, que ya tenemos copada la sección "enfermería" desde tiempos de Isabel la Católica, y ahora también vamos a por la medicina general, atención al cliente, e incluso especialidades. Que una vez me tocó interactuar con un "médico de prisión" que me confirmó lo que yo ya me imaginaba, que todo eso que vemos en las películas no pasa realmente allí adentro.
Es  que en esta vida hay que diversificarse o no se progresa. Y los beneficios de esta distribución son de agradecer, que a mi cuando me sale por interné la cita al médico dentro de 4 meses, 3 semanas y 2 días, me pongo mi uniforme de guerra  y voy directamente a conversar con el muchacho que da las citas en la narcosala del barrio, y con un par de guiños de ojo + alguna que otra concesión que no vale la pena contarla aquí para que no me roben el método, consigo ver a mi médica al instante.

El método funciona bastante bien módulo que
haya un muchacho dispuesto a hacerte el juego del otro lado del mostrador. La última vez que fui estaba una señora mayor parecida a la madre de Al Mod o'Var que por más llanto que hice me dio un turno dos días más tarde del que te ofrece la interné. Es un negocio de riesgo éste el de pedir turnos personalmente, hay que saberlo.

Mi médica de cabecera por suerte debe tener una cartera infinita de pacientes porque nunca me reconoce, lo cual ya está bien porque a como va la frecuencia de mis visitas en breve me van a nombrar "el hipocondríaco del mes" y me invitarán a sentarme todas las tardes a tejer junto con las HDS mientras espero que me atienda alguien por la puerta 6 o la puerta 8. Ella ni me mira cuando entro a la consulta, y solo se remite a escribir todo lo que le digo en un ordenador (que seguramente el ordenador también le debe dar información más fina sobre mi vida que el anillo de casado que porto en la mano izquierda, y quizás por eso ni me mira).
A veces me pregunto para qué hablo con ella si directamente puedo interactuar con el ordenador, y así fue que un día me dirigí a www.midiagnostico.com, puse todos mis síntomas y me apareció un cartel que decía que si yo tenía todo eso que ya debería de haber estado muerto hace 15 días. Volví a intentar el diagnóstico en línea, incluso resetée el ordenador y el modem router para ver si no era un problema de la conexión, con el mismo resultado. Así que mejor me quedo con las visitas a ésta que no se qué algoritmo le dicta su libreto, pero al menos es más optimista, o ella por caridad no me lo quiere decir, pero para mi ya está bien así.
Aunque usar la palabra "optimista" es bastante optimista en este caso, que en la última visita me dice ella  "Ud. tiene que ir al hospital con urgencia que le hagan unos análisis. Salga ahora y vaya a la recepción que ahi le van a dar el turno". "El hospital" averigüé pronto que quedaba cerca de casa lo cual fue un alivio ya que en general a estos lugares los ponen en zonas bien remotas como para evitar que uno vaya a contagiar al resto de la población, y quizás aprovechando el lugar que  dejaron los antiguos leprosarios. La otra palabra clave en el mandato médico, "de urgencia" resultó ser un concepto bastante relajadito, tal como me lo explicó la chica de la recepción (que seguro que si estaba el muchacho guapo de fácil seducción me ponía en una ambulancia allí mismo con él de acompañante).
"Yo envío un fax con tu pedido al hospital, y allí hay un médico que evalúa el nivel de urgencia de tu caso" me dice mirándome con cara de "tu muy enfermo no pareces". "Y ya te llamarán para darte el turno" concluyó sin querer mojarse ni siquiera cuando le pregunté si la llamada iba a ser esta tarde o noche, o cuándo.
Así que como la pajarraca de Eurovisión me tuve que ir a casa hundida y derrotada,  y quedarme pegado al lado del teléfono esperando la dichosa llamada, sin poder ducharme ni salir a hacer la compra, no sea que se me pase el tren y mi turno de urgencia me llegue para la otra vida. Al final llamaron unas 5 horas después (que no hay que ser tan dramáticos en estas cosas, nena, que la seguridad zoocial funciona en este país) para darme un turno 2 días más tarde.  Obedientemente me aparecí allí a las 48 horas, bien duchadito que nunca se sabe qué es lo que te van a tocar en la consulta, y también con los dientes limpios que después no quiero que aparezca en mi historial "paciente con mal aliento".
El hospital era un edificio enorme que se parecía a un parking de esos de aeropuerto, con varios pisos y de un aspecto muy feo como si estuviéramos en downtown Kosovo. Horroso.  A la entrada habían unas máquinas que no te cobraban por el estacionamiento sino que te dirigían al piso donde te tocaba la consulta. Y en llegando a la quinta planta me encuentro nuevamente con una sala de espera donde ya estaban sentadas allí un nuevo kit de HDS tejiendo. Ni me había sentado cuando ya me llaman por mi nombre para indignación de las HDS que se ve que estaban allí desde semana santa sin que ni siquiera las mire el personal de limpieza que pasa cada tanto.
Yo creo que estaban en el piso equivocado, pero como de chico me enseñaron a no meterme con los dolores ajenos, me callé la boca y fui a la consulta que no era en la puerta 8 sino en la puerta 10 pero que al final acabó siendo en una puerta sin número porque estaban de obras en el edificio.

Y el especialista que me atiende -ya comme d'habitude- es un muchacho guapo medio  amanerado que después de leer toda mi vida en el dichoso ordenador me escucha por un rato, me revisa las zonas infectadas, me dice (habrá sido una indirecta?) que quizás no deba utilizar mi anillo de casado por unos días, y me explica de una manera que hizo elevar la temperatura y la humedad relativa al ambiente al menos en un 10% cómo hay que aplicarse una de las cinco mil cremas que me va a recetar (una de las propiedades de este producto es que es humectante, eso quizás explique la elevación de la humedad relativa al ambiente).
También se enfadó un poco conmigo porque -según él- me estuve aplicando mal la pomada anterior, que yo obviamente nunca le conté que las instrucciones me las bajé de la wikipedia, y que ya me parecía raro que en la página en inglés decía que tenías que ponerte todo el producto en una sola noche, pero la versión que estaba escrita en mi llengua materna que ya no recuerdo cual es te indicaba que había que hacerlo durante  3 noches. "No me sorprende que te haya quedado la piel como una lagarta que es como la tienes ahora" me dice el especialista, ese producto ese muy abrasivo y te lo estuviste aplicando en exceso.
Por suerte tampoco indagó mucho que si hubiera mirado con más precisión mi historia clínica se habría dado cuenta que nunca nadie me prescribió la crema de piel de lagarto esa, que ya aprendí de un gran conocedor de estos temas QEPD cómo hacer que en la farmacia te den lo que quieras utilizando algunos sencillos trucos. Yo no se cómo funciona el sistema allí donde tu vives, pero aquí con hacerle creer al farmacéutic@ de turno que uno está en sus manos cantándole algo así como ella tiene el poder de Peret QEPD también, y puedes conseguir hasta morfina a precio de coste en el mostrador.

Le agradecí al muchacho guapo sus servicios y me fui sin darle tiempo de que me guiñara el ojo, que no es plan quedarte mucho tiempo en un hospital para pillar una infección de esas que pululan por allí, como las HDS. La receta venía con su nombre pero no con su número de teléfono (aunque todo esa información incluido su domicilio particular lo puedes encontrar por interné, yo lo hice más tarde pero solo para comprobar la veracidad de los dichos que aquí expongo, que conste) así que no puedo deducir nada de esa visita más de lo que acabo de contar. Al menos no me envió de vuelta a ver a mi médica porque se encargó él mismo de poner todo lo que quiso ("paciente alto, robusto, bien parecido, necesita un poco más de gimnasio, presenta cuadro de...") en el ordenador.

Así que ahora ya he pasado de la fase "tener pastillas por el resto de tu vida" a la de "tener pastillas y cremas" por la eternidad.
Me da la impresión de que esa imagen del infierno que nos espera a todos (al menos a los del gremio,  el resto ya se verá) al final de nuestras vidas es en realidad progresiva, uno comienza poco a poco a lo que va a ser el fuego eterno que nos acompañará "para toda la eternidad" como reza el cartelito de los dibujitos del catecismo ilustrado. Yo al menos ya voy con piel de lagarta, así que no creo que el fuego ese me haga mucho peor. Y por las dudas ya me voy pidiendo el próximo turno para ir a ver a la médica de siempre. Por interné nomás lo voy a pedir, que de momento no hay prisa. Si total tenemos toda la eternidad..