jueves, 15 de agosto de 2013

Réalisme magique


"Es que no estoy curada. 
Pero lo fingí y me creyeron."




Hace poco tuve una conversación de esas que se podrían catalogar como "literarias" con mi marido.  No solemos tener muchas charlas de ese tipo, ya que yo no soy de leer mucho y él, todo lo contrario; que por su culpa en breve tendremos que mudarnos a un piso más grande, si vieras cómo están las estanterías a rebalsar de tanto papel que me acumula este chico. Durante la charla, me dice que estuvo leyendo nosequé libro de nosequé autor de estos que escriben en castellano, y que a él todo esto del "realismo mágico" no le va, que cómo puede ser que alguien que tiene una dolencia de esas que te llevan a la caja en  menos de 10 horas, luego de tener un sueño donde se te aparece algún conocido ya difunto desde el más allá, y te toca ahí donde te duele, resulta que al día siguiente amaneces curado y te vas como  Pancho por su casa sin siquiera pasar por el médico para asegurarte que te has curado, ni cuestionarte sobre por qué fue que te curaste... Me not understand! me dijo mirándome con esos ojos azules tan oscuros que tiene... y qué bien que harían juego esos ojos azules con un poco de humo blanco -pensé yo- que ya descubrí que la razón de mi vida es conseguir que mi marido fume en pipa, que yo me lo imagino disparando chorros de humo blanco desde el hornillo de una pipa haciendo juego con esos ojos azules. No será tarea fácil esto de conseguir que se aficcione a la pipa, ya lo se. Tendré que apañarme. La idea esa de que el humo blanco calma a las abejas puede ser un buen punto de partida para apuntarlo al vicio...

Por suerte dejé rápido estas ideas difusas del humo blanco y los ojos azules (que tampoco es
buen tema para daltónicos) y volví al meollo de la charla esa que tenía que ver con su incomodidad con el realismo mágico, y del por qué los que leemos algún idioma post-romano parecemos estar acostumbrados e incluso llevarnos bien con esas situaciones.
Ou, joni, le dije yo, es que el gran problema de tu background sajón-protestante es la falta de historias de santos y milagros tan propia de lo que nos obligan a leer, estudiar, creer, comentar e incluso ansiar ser testigos de alguno de ellos de este lado del planeta (el único y verdadero). Que ni siquiera son milagros del tipo "soñé con el Arcángel Gabriel y al día siguiente estuve curada", o -como le pasó a doña Julia- que el mismísimo Gabriel (¿o era Miguel?) se le apareció en sueños para contarle que el que le había robado las bananas que tenía en la planta del fondo de su casa era el hijo mayor de la vecina de atrás (y ya te puedes imaginar la cara del funcionario de turno que tuvo que tomarle la denuncia), sino que pueden llegar a ser apoteóticos como el milagro del gallo y la gallina que estás obligado a creerte de-pe-a-pa so riesgo de cometer un pecado contra el espíritu santo (el tercero) e ir a parar allí donde siempre hay llanto y rechinar de dientes (Lc 13, 28) forever and ever.

Otro aspecto que hace que seas tan negado al realismo mágico es ese super-axioma que te metieron en la cabeza que dice "no mentirás", que está claro que está escrito en el mismo libro bueno (Éxodo, 20 -16) que leemos también los que seguimos a Pancho-Uno y equivalentes, pero que a nadie en su sano juicio se le ocurriría  hacerle caso al pie de la letra ni a ése ni a los nueve restantes. Total -y aquí viene la gran diferencia entre vosotros los reformistas y nosotros los fieles a la doctrina original, la única y la verdadera- después te arrepientes (porque haz de arrepentirte primero, sino todo lo que sigue no vale), te confiesas, y luego sales limpio e inmaculado como después del día de tu bautismo. Y ya se sabe lo que uno hace cuando finamente consigue pagar la cuenta de fin de mes de la tarjeta de crédito: va corriendo al Corte Inglés a aprovechar las rebajas!


Haz el experimento mental de imaginar una infancia/adolescencia/lo que sigue donde te  hubieras permitido algunas mentirillas aquí y allá, y te darías cuenta rápidamente que ese diferencial entre la muerte y el nacimiento que llamamos "vida" se mueve en una especie de "realidad-ficción" donde nunca realmente se sabe qué es cierto y qué no. Y además te permite asistir a situaciones que en tu esquema mental actual te serían insostenibles, como cuando hace un par de años nos enterams que a la madre del "M" le tuvieron que hacer una operación bastante delicada, y como la pobre estaba aterrada de solo pisar el hospital se complotaron médico, herman@s e hij@s de la misma para no decirle nada, y después de una agradable siesta que ella creyó que fue demasiado larga de repente se despertó en este mundo todavía (por suerte), ya librada de todas sus dolencias. Me pregunto cómo habrán los sueños que tuvo mientras dormía plácidamente en el quirófano, quizás se le apareció su difunto marido para anunciarle que "ya estaba curada", y ahora debe estar ella escribiéndole una carta al Bati-can City para comenzar el proceso de beatificación del finado.

Un aspecto que no se si es positivo o no (para lo que hay que vivir después...) que tiene haber nacido y crecido en esta especie de mezcla de realismo y magia es que tardas un poquito más que el resto de los homo sapiens en distinguir lo que después terminarás creyendo que es una cosa o la otra. Recuerdo de pequeño cuando mirábamos películas de fantasmas, vampiros, dráculas y espíritus que iban y venían, y que nos parecía que todo lo malo comenzaba y acababa siempre en un cementerio, y que por eso a mi me daba un poco de miedo pasar por las zonas esas donde hay muchas
cruces. "No seas tonto" me dijo una vez mi hermano mayor, cuando estábamos caminando por unos páramos tropicales adonde nos envíaban a pasar unos días nuestros padres cada vez que se cansaban de lidiar con nosotros. "Fijate en ese pequeño cementerio rural que está allí, que no pasa nada. Cruza la verja y mira por los nombres de los enterrados." Y yo que siempre soy bueno y obediente, le hice caso, y comencé a leer en voz alta:
- Calixto Figueroa
- Juan B. Figueroa
- Ana Bahua
-...
Acabada la visita, nos volvimos al rancho donde nos obligaban a pasar las noches, y no habrán pasado 5 minutos de haberme acostado y apagado la luz, que una voz tenebrosa como venida de ultratumba comenzó a susurrarme al oído: "Calixto Figueroa!... Juan Be Figueroa! Ana Bahua!..." Intenté cubrirme con una manta para no tener que escuchar a esas voces, pero una fuerza de esas que estudia la física clásica también venida del más allá hizo volar la manta contra la pared, y nuevamente tuve que escuchar la voz de ultratumba, esta vez mas cerca, diciéndome "Calixto Figueroa!... Juan Be Figueroa! Ana Bahua!..."
Tuve que pegar unos cuantos gritos para que se callen esas voces y viniera alguno de los adultos que andaba por ahí a saldar el pleito, y no volví a pisar cementerio alguno -ni rural ni urbano- hasta que obtuve el carnet de conducir. Creo que volví para el entierro de la tía Elena q.e.p.d.


Igual, esa experiencia traumática de mi infancia no tiene siquiera comparación con lo que tuvo que sufrir el pobre "Chino" en carne propia, una especie de "no todo lo que te dicen es verdad" pero al revés.
Me explico: uno de los primeros mitos que fue fácil de quitarnos de encima fue el tema de los regalos de navidad, ya que estaba claro que o bien el niño Jesús y los reyes Magos eran super elitistas porque los hijos de quienes más tenían, mejores regalos recibían, o no existían. Igual, eso era un dato sutil comparado al hecho experimentalmente comprobable de que si tu papá se emborrachaba en la noche previa al día de los regalos, no ibas a encontrar nada dentro de tus zapatos hasta las 13 hs del día siguiente. Con esta información en mano,  fue bastante fácil de dilucidar la realidad de la ficción en ese tema.

Otra historia que cayó rápido fue la del "pombero" un bicho que hay por ahí por donde me tocó crecer que no voy a contarte aquí lo que te hace si no vas a dormir la siesta cuando toca dormir la siesta.... sencillamente porque no lo se, ya que las versiones que cada uno escuchaba en su casa eran todas contradictorias: que había que darle tabaco, que caminaba por el techo, que no era de siesta sino de noche, que tenía un sombrero largo que le llegaba a los pies, que cuando silbaba te dejaba hipnotizado... Al final, la falta de homogeneidad en el tema hizo que también rápido concluyamos que esa historia tenía poco de realismo y mucho de mágico.
Pero el método científico no siempre tira hacia el mismo lado, y eso fue precisamente lo que le tocó experimentar al pobre Chino en carne propia, y al resto de la pandilla ser testigos forzosos del hecho. Que ya de pequeños decían las viejas del barrio que cuando uno se pegaba un golpe muy fuerte, tenía que beber de su propia orina para paliar el dolor. Siempre escuchábamos esa misma sentencia dicha por más de una de las tantas abuelas que tejían por las tardes en las puertas de sus casas, pero crecimos imaginando que la historia estaba diseñada para evitar que nos demos un golpe muy fuerte, que no seamos cabezudos como se decía por ahí.

Nuestro cheque realidad sobre este tema ocurrió una fatídica tarde de enero, cuando el Chino y un par más estaban jugando sobre un techo en construcción, como a unos cuatro o cinco metros de altura, con tanta mala suerte que el chino resbaló cerca del borde de la plataforma de cemento y cayó en caída libre. Y mira que la mala suerte puede ser muy mala, que no solo tuvo que hacer cuatro-coma-cinco metros en promedio de diferencia de altura, sino que ahí abajo le esperaba una roca para amortiguar la caída. Los que estábamos cerca asistimos horrorizados a una escena bastante fea: la del chino que casi no podía respirar, jadeando, como
en estado de shock. 
Pero lo que vino fue peor, que fue o doña Licha (¿o doña Lisa?) la que se acercó corriendo con un jarro, le hizo hacer pis ahí mismo y se lo dio de beber. Creo que nuestras caras se pusieron tan o más blancas que las del accidentado...

 Por suerte el hospital de niños no estaba tan lejos de la escena, que al rato vino una ambulancia, se lo llevaron, y horas más tardes nos contaron que le tuvieron que extirpar lo que yo primero pensé que era "un vaso" pero después resultó ser que era "el bazo" (es lo que tiene el
castellano de por ahí donde yo crecí, que la "be" y la "ve", y la "ese" y la "zeta" suenan igual), y una semana después ya estaba el Chino de correrías por ahí, con una cicatriz en la barriga y unos gramos de menos. Nunca pudimos confirmar si lo que lo salvó fue su propio pis, o la ambulancia, o la visita en el sueño post-anestésico de alguno de los Figueroa venidos del más allá.

Supongo que como  la experiencia fue suficientemente traumática y vergonzosa para su actor principal, nunca más mencionamos el tema, ni a él ni entre nosotros.  Lo importante es que el Chino sigue  vivito y coleando por el mismo barrio. Hace un par de años estaba yo justo de paso por ahí y tuve que contestar algunas preguntas que me hicieron sobre él los de servicios sociales, que se ve que había cumplido alguna condena y estaban asegurándose que se había reeducado en la cárcel. Este verano voy a ver si consigo que mi hermano mayor me lleve de vuelta al cementerio rural, que  les quiero llevar algunas flores a los Figueroa, y espero poder hacerlo antes que los de Chevron comiencen a hacer fracking por la zona...



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